Las siete vidas goleadoras de Roberto Soldado

El delantero del Levante ha marcado en los siete clubes de Primera en los que ha jugado, igualando el histórico récord liguero de Soler y Aranda.


La Liga esconde registros en forma de récords que el día menos pensado saltan a la luz. El que acaba de igualar Roberto Soldado (Valencia, 36 años) al marcar con su actual equipo, el Levante, hace dos jornadas, define la regularidad de un goleador que ha conseguido anotar al menos un gol con los siete clubes de Primera en los que ha jugado: Real Madrid (2), Osasuna (11), Getafe (29), Valencia (59), Villarreal (9), Granada (6) y Levante (1). Un total de 127 goles que se completan con los siete que firmó con el Tottenham en la Premier y los 15 con el Fenerbahçe en la Liga turca. Anteriormente, idéntico registro solo lo habían conseguido dos jugadores: Miquel Soler (11 goles) y Carlos Aranda (28). El primero a su paso por el Espanyol (3), Barcelona (2), Atlético de Madrid (1), Sevilla (1), Real Madrid (1), Zaragoza (2) y Mallorca (1). Y el segundo en el Villarreal (1), Albacete (8), Sevilla (1), Numancia (6), Osasuna (9), Zaragoza (2) y Granada (1).

Soldado llegó al Levante a principios de temporada y entre una lesión en el primer partido de Liga y los dos meses largos de recuperación, su primer tanto como granota no llegó hasta la jornada 20 ante el Mallorca. Gol con récord incorporado. Por teléfono, desde Valencia, Roberto reconoce que no estaba al tanto de la situación. “Ya me enteré después de haberlo marcado porque lo leí en Twitter. Se me estaba resistiendo el gol. No recuerdo haber pasado una racha tan larga sin marcar y se pasa mal y más cuando el equipo no gana. Si no marcas, pero se obtienen mejores resultados, lo llevas mejor, pero tampoco era caso. Sabía que me habían fichado para marcar y mejorar el equipo del año pasado y me siento un poco como culpable, muy responsabilizado de la situación. Está siendo todo muy duro. Sabemos que tenemos que hacer muchos puntos en esta segunda vuelta y que la situación es muy complicada”. El Levante es colista con solo 11 puntos.

Le cuesta abstraerse del presente para adentrarse en su trayectoria, pero su memoria, fresca y bien entrenada, le permite viajar hasta el día que Vicente del Bosque en persona se presentó en Valencia para ficharle. “Paco Gómez, el ojeador que tenía el Real Madrid en la Comunidad valenciana, estuvo un año siguiéndome y al final hizo un informe positivo. Un día, Del Bosque se presentó en mi colegio, los salesianos de San Juan Bosco, para hablar con mi padre y conmigo. Querían que me incorporara a la cantera del club. Tenía 14 años. Mi padre estaba al tanto de que me habían estado siguiendo, pero nunca me dijo nada hasta ese día antes del partido. Yo estaba cagao. No fue, precisamente, uno de mis mejores partidos, pero Vicente me tranquilizó y me dijo que se fiaba de los informes que tenía sobre mí. A la semana siguiente le hicieron entrenador del primer equipo… Para mí fue como tener a mi padrino en lo más alto. Siempre fui delantero-delantero, aunque en el fútbol sala me gustaba hacer un poco el cafre de portero, pero mi padre me dijo que tenía que ser delantero… y hasta ahora”.

Seis años después, tras foguearse en Segunda B y Segunda con el Castilla, (70 goles), llegó su primer tanto con el primer equipo del Real Madrid. “Fue en la Champions contra el Olympiacos y nos valió para clasificarnos. En la Liga fue contra Osasuna. Recién entrado en el campo. Un pase de Guti a Zidane, seguí la jugada, Zizou tocó con la puntita y solo tuve que empujarla. ¡Como para olvidarme! Fue en el Bernabéu. Es lo que tiene el fútbol, pasas de jugar en el Real Madrid o el año pasado los cuartos de la Europa League con el Granada, a luchar por el descenso sin darte cuenta”.

Reconoce que su evolución futbolística a lo largo de los 17 años de profesional ha sido profunda. “Al principio era muy egoísta. Solo quería hacer goles. Me fui dando cuenta de que cuando el gol no llegaba, tenía que aportar otras cosas al equipo. Ahora intento hacerlo y aporto otras cosas que también son necesarias. La mentalidad de goleador nunca se pierde, pero te das cuenta de que más importante que uno mismo es que el equipo gane y uno debe quedar en segundo plano”.

No tiene ningún problema en echar la vista atrás y recordar sus aventuras y desventuras en esos siete clubes en los que siempre marcó. Incluidos sus primeros pasos en el Real Madrid. “No es malo recordar las experiencias que pueden servir de ejemplo para los jóvenes que vienen detrás. Mi suerte fue que pude madurar y superar esa etapa del Real Madrid en la que ya dije hace años que me comportaba como un niñato que se creía mejor que Beckham. En lugar de copiar de los superprofesionales, copié de quien no tenía que copiar. Llega un momento en la vida en el que tienes que decidir dónde quieres ir, qué quieres ser, qué quieres hacer… Hasta entonces había elegido el camino fácil, el de la diversión, el poco profesional y me lo pasé muy bien, pero sabía que, si quería ser futbolista, tenía que cambiar. Y gracias a Dios llegó el día que me enamoré, y gracias a mi mujer me llegó la tranquilidad y a pensar en el fútbol nada más. Fue el año que me fui a Pamplona. Ya me fui a vivir con ella y se acabó todo lo demás”.

Era el verano del 2006. Roberto se siente cómodo en el túnel del tiempo. “En Osasuna era un auténtico Gudari, que era como me llamaban allí. Muy peleón, muy pasional, que era lo que El Sadar te pedía. El Getafe fue mi trampolín definitivo. Me abrieron la puerta cuando salí del Madrid y después para llegar al Valencia, que fue donde creo que se vio al mejor Soldado, al delantero que marcaba goles con regularidad y donde exploté como futbolista”.

El tono de voz varía cuando llega el turno del Tottenham y la Premier. “Fui con mucha ilusión y ambición y me pegué una hostia tremenda. No supe adaptarme a un nuevo país, a un nuevo club, a un nuevo idioma. Mentalmente, pensaba que estaba preparado para el salto, pero no lo estaba. Fue un fiasco. Era un Soldado deprimido, no era yo mismo. Coincidí con Kane, que comenzó a marcar goles y nos pasó a todos por la derecha”.

Vuelta a la Liga. Roberto intenta ser concreto. “En el Villarreal se vio mi perfil más experimentado. Tenía ya 30 años y había acumulado una experiencia que le vino bien al equipo. Llegamos a las semifinales de la Europa League contra el Liverpool. Tuve una lesión muy grave de cuatro meses. Me quedaba un año de contrato y como vi que no me proponían prolongar acepté la oferta del Fenerbahçe. A Turquía fui por alargar un poco más mi carrera y porque la oferta económica también era buena. Me apetecía vivir en directo esa pasión turca que se vivía en los estadios. Los derbis son apasionantes, de los mejores recuerdos que tengo en mi carrera. Fueron dos años jodidos. Pasé a ser el Soldado desconocido. La gente se olvidó de mí”.

Al llegar al Granada, sus palabras recuperan un sentimiento especial. “Mi segunda juventud. Llegué a un club y un vestuario donde me lo dieron todo y me siento orgulloso de haber formado parte de los dos mejores años de la historia del Granada. Me identifiqué mucho con la ciudad, con la afición, con los compañeros. Ha dejado una gran huella en mi vida… Ahora mi etapa en el Levante está todavía por ver. Espero que se vea un mejor Soldado del que se ha visto hasta ahora. Me queda otro año más de contrato. Nunca me había pasado vivir la experiencia de tres entrenadores en una vuelta. Es muy desagradable. Ves que es gente que se desvive por hacer las cosas bien, los resultados no llegan. Los jugadores sabemos que los entrenadores no eran los principales culpables de la situación, que los máximos responsables somos nosotros, pero el fútbol siempre les marca a ellos”.

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